Caían gotas por el cristal de la ventana,
lánguidos caminos de deseos incontrolados,
bajaban len
ta
mente dos mundos enlazados
haciéndose promesas para mañana.
Todavía siento en mí el calor de aquella hoguera
dos cuerpos encendidos vibrando en melodía,
dos almas que desean juntas ver el nuevo día
formando un solo fuego y mientras tanto llueve fuera.
De pronto, casi dormido, te sorprende el crepúsculo
que te ilumina un maravilloso día otoñal,
unos ojos miran el ventanal con disimulo
y ya no llueve, ya no hay gotas en el cristal.
Rosa
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