aturdida por el fuerte olor
a resina quemada…
pedí perdón a Dios,
por sentirme enamorada.
Los dos en silencio
cara a cara,
…mientras el incienso ardía
y la luz de las velas
en su ir y venir me acompañaba.
Alcé la vista,
miré sus ojos con aire insolente:
este afecto es tu capricho,
en la persona equivocada.
No hubo palabras ni reproches,
un indulto manifiesto
que inundó de pronto el templo
con la bondad de su mirada.
Tú eres mi árbol prohibido...
Ante Dios me confesé,
por lo mucho que te amaba.
Rosa
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